Mientras decido que hacer, dejo la cuarta historia publicada para El Lado Oscuro de la Luna. La moraleja es no mezclar tragos a lo salvaje, sobre todo si es que tienes muy claro que hay chicas que están bebiendo alegremente contigo. El protagonista fue… (complete la frase).
J
No recuerdo el mes exacto ni el año en que pasó esta triste aventura. Comprenderán que eso es algo terriblemente negativo, pero me dice mucho sobre la necesidad de escribir con urgencia acerca de las memorias... antes que desaparezcan de mi memoria.
Digamos que fue marzo del 2 005 o quizás julio del 2 004 (esta última versión me suena más coherente porque recuerdo haber lucido en esos mismos días mi recién adquirido y apretado polo de la Copa América) cuando mi entrañable amigo y compañero de viajes y aventuras, el Tristian, se hallaba de vacaciones en Lima, Perú junto a su extranjera novia/prometida de ese entonces. Yo rondaba también por nuestra ciudad de origen buscando salir de la rutina en la que Dallas sume, así que cuando - después de unas cuantas llamadas - aseguré una salidita nocturna con dos hermosas y jovencísimas hermanitas pucallpinas, C y V (creo que de 21 y 19 añitos en ese momento) pensé en el popular Arriolistian para que complete el cuarteto.

Casualmente, Tristian, su novia y Balín comían pollito a la brasa en uno de los buenos y cómodos lugarcitos de la Av. Sucre. Después de saber eso, recogí a las dos sensuales nenas del Oriente peruano afuera de su casa, no muy lejos de allí, y me dirigí con ellas a ver a los muchachos (el Pier también iría por allá). De las múltiples escenas que no olvidaré, la primera corresponde al rostro de mi compadre dirigiendo sus ojos desde la pierna de pollo que se engullía a otros dos pares de piernas... y de pechos... y de rabadillas...

- ¡¡¡Hablen basuras!!!... ¡¡¡uyyyyyy (mmmfffffffffffffmmmmmm, mirándo a las chicas de reojo y luego a mí)!!!... señoritas, muy buenas noches, ¿cómo les va hoy? (una cortesía muy ‘natural', al mejor estilo del Dr. Jeckyl y Mr. Hyde).

- ¡Ahhhhhhhhhhhhh! ¿Tú eres el famoso Pier Jodián? ¡Obrajillo (mi hermano) nos ha hablado un montón de ti!
Al ratito nomás nos paramos todos, dispuestos - algunos - a empezar la noche mientras a otros se los llevaban con una cadena del tamaño como las que sostienen el ancla del monitor Huáscar. La segunda escena de rigor vino del mismo personaje: Tristian derramando asolapadas lágrimas de frustración y coraje mientras abandonaba la escena y estiraba los brazos con la ilusión de quedarse en lugar del Pier. Nosotros cuatro levantamos los brazos para despedirnos y, de paso, detener un taxi rumbo a Miraflores.

Fue horrible. Mientras yo me tomé un solo shot de vodka, Jodián se tomó como cuatro (y encima se servía de mi jarra de chela). Creo que le estaba tratando de seguir el ritmo a nuestras invitadas, pero se le pasó la mano. Lo peor fue que no dejó de chupar ni siquiera cuando ya V, bastante empilada, le ofrendó sus riquísimos labios para dedicarse a eternos besuqueos. A ella se la notaba muy entusiasmada y feliz de haber conocido al ‘famosísimo Pier Jodián' (y eso que no le pidió antecedentes policiales). Por mi parte, yo hacía lo mío con C. pues no se podía ‘hacer quedar mal a la raza' (como alguna vez dijo el Anfibio Jr. antes de desmayarse frente a un trago y a una chica). Como quien dice, todo estaba listo, oleado y sacramentado, faltando sólo ser ‘consumado'.

- ¡Oe, pedazo de huevón... toma tranquilo que ahorita vas a colapsar!
- ¿Qué estáshhh hablando, Jotita? ¡Eshhhtoy de la puta madreeee! (jugando trompo con las pupilas de sus ojos).
- Nada, tío. Ya estás zampoña. Dale suave nomás... si la cosa es estar parados y ellas no.
- ¡¡¡Nooooo, Joticaaaaaaaa!!! ¡A mí el trago no me hace nada, jajajajajaja... Yo soy el Pier Jodiánnnnnnnnnnnnn! (levantando los brazos mismo Horna después de ganar el Roland Garrós).
- Esteeeeeee... bueno, creo que la verdad debes parar un poco la mano.
- ¡¡¡Que yo soy el Pierrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, carajo!!!
Después de ese interrumpido y poco provechoso diálogo, quiso volver a sus felices chapes con V (¿quien no?), pero esta vez ya de una manera soberanamente faltosa, pues además de los besos, empezó a tratar de recorrer (sin mucho éxito) otras zonas menos públicas de su acompañante. La bella flaquita, lógicamente, se molestó y empezó a alejarlo diciéndole que no se pase de la raya, pero el Pier estaba incontrolable, loco, con la cabeza latiéndole a 1 000 kilómetros por hora y no quiso dar su brazo a torcer. Ya cuando ella viró en dirección hacia mí y me exigió que tranquilice a mi camarada (con ecos de C, quien me pedía lo mismo), tuve que hacerlo y el hombre-pulpo se calmó como por arte de magia. Luego pasaron dos cosas: él se reclinó en su asiento, cerró los ojos... y empezó a roncar, y ella puso la cabeza boca abajo encima de sus brazos apoyada en la mesa... y empezó a roncar.
¿Y ahora que mierda hago?
Todo lo demás queda en el terreno de lo anecdótico, pues no me quedó otra que incorporar a los dos cadáveres (sobre todo a V) para subirlos en el mismo taxi que nos transportaría de regreso a Polvo Libre. C y yo cuidamos de su muy ebria hermanita mientras un orejón amigo viajaba en el asiento del frente. Durante el viaje, conversábamos si podríamos continuar la noche en otro bar luego de dejarla en casa... pero tal diálogo se vio brutalmente interrumpido por una voz tenebrosa que dijo ‘Señor (¡hip!), ¡pare el taxi por favoooooooor!' justo en la curva que sale de Vivanco hacia Sucre. Esa fue la siguiente poderosa escena de la noche: el Pier sacando la cabezota por la ventana y devolviendo desayunos, almuerzos, cenas y aperitivos de una semana en la vereda de mi (hasta ese instante) siempre limpio distrito.
Y creo que eso la terminó de matar a V, quien precisamente volvía en sí y preguntaba por su 'galán'.
- ¿Dónde está (¡hip!) Pier?
- ¡Buuuuuaaaagggggggggggggggggggggggggggggggggg!
- ¡Puajjjjjj! (¡hip!) ¡Olvídenlo! (volviendo a cerrar sus ojitos por las últimas siete cuadras que nos separaban de su casa)
Esta historia es hasta hoy tema recurrente en las conversaciones con los amigos. Nos muestra que en todas partes se cuecen habas y nadie está exento de cometer un terrible (y sumamente imbécil) error de criterio. Cuando llegamos a la casa de las hermanitas, V reaccionó y empezó a subir las escaleras luego que C le dijo que se quedaría conmigo (‘¿Estás segura? Bueno, ten cuidado', fue todo lo que escuché). La última postal feliz fue el Pier tratando inútilmente de subir los mismos escalones detrás de V porque, en su aturdimiento, pensaba que estaba en otro lado. Tuvimos que hacerle el pare, llevarlo de nuevo hasta Sucre y depositarlo en un taxi. Por otro lado, C y yo fuimos a seguir embriagándonos deliciosamente en una disco de La Marina.
Sé que el Pier aprendió su lección y el mismo error no lo cometerá dos veces. Esta crónica debe, seguro, recordárselo... tal y como los demás no nos cansamos de hacerlo. Bueno, de eso se trata, ¿no?
Claro, seguro que a nadie le interesa esto pero... la noche narrada tiene un final sumamente feliz. No lo duden.
J
Hablando de vómitos, les dejo una tierna escena de la peor película de mi grupo cómico favorito (sí, los Monty Phyton de Inglaterra): ‘The Meaning of Life’, o simplemente ‘El sentido de la vida’. Conozcan a Mr. Creosote, quien come de más, pero no se hace bolas a la hora de hacer un poquito de espacio en su barriguita. Ojo, las escenas pueden ser chocantes. El otro ojo: inglés es recomendable pero no requerido para seguir la trama.