Saturday, April 11, 2009

Mis 31 primaveras… ¡feliz cumpleaños Jotita! Al menos la previa (jueves 9)

Sé que debo terminar el post anterior, amigos míos. Sé que, si voy a escribir algo para conmemorar mi propio onomástico, debería dedicar al menos un par de horitas para hacerlo decente y leíble. Sin embargo, la palabra tiempo en estos últimos meses se ha convertido en sinónimo de odisea. Dedicaré el domingo a concluir lo que tengo pendiente… pero hay algo que compartir antes.

Nací a las 9 PM del 11 de abril de 1 978… no, no, no. Eso ya lo escribí hace un año, así que no vale la pena repetirme a mí mismo. Tampoco funcionaría volver a mencionar que de Pueblo Libre me mudé a Irving, Texas en el 2 002 para convertirme en profesor bilingüe de niños (después de una breve pausa de seis meses en Denver, Colorado). Algo de eso está en mi primera historia publicada por El Comercio en febrero del 2 008. En esas breves líneas intenté reflejar el gozo que me produce la interacción diaria con este público infantil y maravilloso. ¿Cuál sería la mayor alegría o satisfacción que me produciría este trabajo? Sin lugar a dudas es el saber que, no obstante mis taras y defectos, puedo ser un modelo de vida para estas criaturas y alguien que marcará sus existencias de una manera positiva para el resto de sus vidas.

¿Saben cuál ha sido la mejor manera de empezar este fin de semana mío y solo mío? El día jueves por la mañana llegué a la escuela a las 7:30 y entre los rostros habituales de los pasillos me choqué con dos figuras, entre familiares y desconocidas, que me miraron riéndose y cuchicheando entre ellas: dos bellas adolescentes de talla ajena a una escuela primaria pero con aquellas mismas y dulcísimas expresiones que les recuerdo de ‘toda la vida’. ¿Quiénes eran? Dos estudiantes de sexto y séptimo grados. ¿De dónde las conozco? ¡De cuando fueron mis alumnas, por supuesto! Karina pertenece a una generación de oro, fue parte del mejor grupo de pupilos que tuve (y tuve el honor de ser su profesor de tercer grado en el 2 004 y de cuarto grado en el 2 005). Por otro lado, su mejor amiga, Ana, fue una de las estrellas/joyas de mi salón cuando le dicté cuarto grado en el 2 006.

(Nota: ya antes ambas – ¿mencioné que son vecinas y se conocen desde los dos años? – se habían juntado y dejado un par de mensajes de voz en julio del 2 007 – mientras yo andaba en Perú - para decirme que me extrañaban y que no me olvidase que era el mejor profesor que ellas habían tenido en toda su vida… que siempre que se sintieron tristes yo estuve allí para escucharlas y que casi todo el tiempo en mi clase fue un completo gozo).

Y bien, allí estaban ellas: dos de las más bellas y nobles criaturas que recuerdo de estos siete años. Frente a mí tenía a estas adorables jovencitas que, en calendarios separados, fueron parte de mi rutina de enseñanza y razones de sobra como para ir a trabajar feliz cada día.

Estuvieron allí con las manos detrás de la espalda hasta que les pregunté qué hacían en Davis y por qué no estaban en Crocket (su escuela actual). En ese momento, me mostraron un apetitoso pedazo de torta que habían comprado y me abrazaron diciéndome:

- Well, you know we are not going to see you on Saturday… so, we came here to wish you a very HAPPY BIRTHDAY, MR. CARPIO!

Y, claro, luego se fueron a sus clases (a instancias de su exprofe) porque estaban a punto de llegar muy tarde.

¿Díganme ustedes si esa no es la mejor forma de empezar el fin de semana en qué tu reloj biológico marcará un poco agradable 31?


J

Thursday, April 2, 2009

Una noche con dos roches (ya casi completo)

Puta madre, ¡no encuentro las fotos!

Ya sé, ya sé. Crucifíquenme, fusílenme, lastímenme… cualquier cosa, pero no me den el tratamiento que le infligieron al cacique Caupolicán, quien al morir – dicen - no movió ni un músculo (si quieren averiguarlo dense una vueltita por la biblioteca y léanse La Araucana, del español Alonso de Ercilla… o al menos chequeen Wikipedia los más flojos). Cada post mío parece más bien un parto ahora, no por lo doloroso pero si por las eternas semanas de gestación.

Quizás por eso estoy introduciendo un cambio fundamental en el blog (y que devendrá en un gran beneficio para este autor y sus lectores) para avanzar de a pocos un post si es que no me alcanza una simple jornada: ahora escribiré todo en Word en lugar de hacerlo de frente en la plantilla, así que acompáñenme en darle la bienvenida a los acentos y a las letras ñ (clap, clap, clap). Ahora sí: me pueden machacar cualquier error de ortografía que me capten. Es el reto Pepsi (sobre todo para el par de animalitos que se metieron a insultar en el pasado acusándome de no saber las reglas de acentuación… para ellos, una mueca a manera de saludo).


¿Alguna otra cosa a manera de introducción? ¿Quizás mi clásico par de párrafos iniciales a todo post para contarles cómo me va en estos días? Podría y vaya que sí que podría puesto que en estos días previos mi vida sentimental estuvo montada en la más alta y embrollada montaña rusa que jamás haya recorrido. Anduve paseando por un camino lleno de obstáculos enrevesados… pero no hablaré sobre ello. Solo los más cercanos saben lo que estoy viviendo ahorita… y no es por el blog (ya había advertido antes sobre esta etapa donde mi exhibicionismo decayó un poco).

Solo quiero decir que parece que triunfó el amor sobre las diferencias. Pareciera que ya no tendré que cantar ‘Se nos rompió el amor’ de Rocío Jurado la próxima vez que vaya al karaoke (un poco gay esa referencia).

Además ‘inauguramos’ mi casa (compartida con Eddie y Andrés) el fin de semana ya muy pasado (sábado 7 de marzo) con una tremenda juerga en la que se reunió lo más selecto (risas y salsas aquí, señor director) de la fauna de esta parte del planeta, especialmente maestras y maestros.

Por cierto, en el siguiente post (antes del 2 010, lo prometo) les contaré un par de historias relacionadas con la última noche ‘karaokística’ aquí en Dallas. Ya encontramos nuevo vicio con Andrés, Heather y un simpático grupo de la escuela.

Y creo que ya me excedí como 90 párrafos, así que ¡a lo que vinimos!: la esperada (al menos por mí) segunda parte de la historia de una gringa muy alocada en esa selva de cemento llamada Lima, Perú y rodeada de MIS amigos… que eran (y todavía son) soberanamente más quemados que ella (N potencia).


Ya están ustedes al tanto, gracias al post anterior, sobre quien es Judy y sobre su presencia en Lima conmigo en julio del 2 004. También se enteraron – si logré ser lo suficientemente gráfico – de cuales fueron las reacciones iniciales de mis amistades más longevas ante su llegada. Puedo decir con mucho orgullo que entre ellos y yo le llegamos a ‘contagiar’ - luego de algunas memorables chupetas - el chip que tenemos todos los peruanos (y especialmente mi nunca aburrida mancha) de juerguear hasta que el cuerpo o la conciencia nos griten ‘¡Basta!’, lo cual felizmente casi nunca ocurre (me refiero a la conciencia). A los pocos días, nuestra visitante ya estaba completamente enchufada con y entusiasmada por el desenfrenado ritmo de vida mío durante las vacaciones limeñas, donde el alcohol corre en cantidades navegables. Felizmente, en esa época aún la mayoría de nenes tenía bastante tiempo libre para recorrer con nosotros tardes en el Queirolo, cenas en el José Antonio, crepúsculos en el cine (vimos ‘Diarios de motocicleta’ con varios de mis compadres) y un recorrido muy variopinto por distintos bares de la capital.

Sin embargo, sería injusto decir que todo lo que ella hizo fue irse de rumba y embriagarse con nosotros cada día y cada noche (aunque casi). Judy invirtió muy justamente su tiempo y dinero en recorrer nuestro hermoso (sin sorna) país. Inicialmente se fue por el sur haciendo el recorrido clásico de Cuzco, Puno y Arequipa (ruta misma que un año después gozaríamos Perla, Eddie y yo) pasando por Ica y volviendo a Lima; pero no se olvidó del norte y fue así que conoció Trujillo, Chiclayo y Cajamarca. Lo único que le faltó fue la selva.

Con todo ese bagaje cultural y turístico que adquirió, no será difícil creer que lo que menos le gustó fue precisamente Lima, ya que nuestra gris ciudad no ofrece los atractivos que la sierra o la montana pueden otorgar a un extranjero. Como habitante de un país ajeno al Perú lo puedo comprender… pero no le puedo perdonar que haya hablado mierda de mi ciudad al decir delante de otras gentes ‘¿Pero que quieres que haga, J…? ¡Lima es FEA!’

¿Aunque los chicos de Lima te hayan tratado bien, Judy? ¿Aún así te refieres a nuestra ciudad como fea? Bueno, queda en tu conciencia. No digo que sea más linda porque un grupo de gente te atendió de lo mejor, no. Digo nomás que habría que ser más diplomático al referirse al hogar de alguien, ¿verdad?

Pero volvamos a la noche limeña: cada vez que la gringa rellena estuvo en la capital del Perú salió con nosotros de parranda. Recuerdo especialmente unas salidas a un par de discos locales y cierta chupeta en el último piso de las Galerías Garzón en Jesús Marimba. Ocurre que por esos días yo vivía unas jornadas de embeleso con una bella vecina de dicho distrito: ‘Constanza’, prima de mi querido amigo Borrador (y quien, por cierto, me había atraído por largos años… y ya se merecerá un post más completo, pero pueden adelantar algo en ‘Más grande que Jarrambo o Jarrocky’), así que por cuestiones de conveniencias geográficas nos tomamos varios tragos entre el Chulo’s y su vecino local (a veces falla la memoria pues). Lo interesante de esta particular tarde es que ya para esas horas sabíamos que Judy se sentía atraída por la entretenida personalidad (entendible) y la discutible galanura o apariencia (incomprensible) de nuestro camarada JGJV, a quien desde hace más de una década lo conocemos en nuestro ambiente como Jarra, Jarrita o Jarrapulín (bueno, este último desde sus encuentros con Judy). Yo lo bauticé cariñosamente Jarry el Sucio en la otra historia que cité antes, puesto que hizo y deshizo mucho para tratar de conquistar a Constanza. Será para otra oportunidad, Jarrita.

Decía que, ya para esa noche, todos estábamos al tanto del gusto y predilección que Jarra había despertado en la visitante… para contrariedad y molestia de Caramelo (quien también estaba en la mesa), algo celoso y picón puesto que él quería… seamos finos, almorzarse a la protuberante extranjera.

(Continua en las siguientes horas).

J