Sé que debo terminar el post anterior, amigos míos. Sé que, si voy a escribir algo para conmemorar mi propio onomástico, debería dedicar al menos un par de horitas para hacerlo decente y leíble. Sin embargo, la palabra tiempo en estos últimos meses se ha convertido en sinónimo de odisea. Dedicaré el domingo a concluir lo que tengo pendiente… pero hay algo que compartir antes.
Nací a las 9 PM del 11 de abril de 1 978… no, no, no. Eso ya lo escribí hace un año, así que no vale la pena repetirme a mí mismo. Tampoco funcionaría volver a mencionar que de Pueblo Libre me mudé a Irving, Texas en el 2 002 para convertirme en profesor bilingüe de niños (después de una breve pausa de seis meses en Denver, Colorado). Algo de eso está en mi primera historia publicada por El Comercio en febrero del 2 008. En esas breves líneas intenté reflejar el gozo que me produce la interacción diaria con este público infantil y maravilloso. ¿Cuál sería la mayor alegría o satisfacción que me produciría este trabajo? Sin lugar a dudas es el saber que, no obstante mis taras y defectos, puedo ser un modelo de vida para estas criaturas y alguien que marcará sus existencias de una manera positiva para el resto de sus vidas.
¿Saben cuál ha sido la mejor manera de empezar este fin de semana mío y solo mío? El día jueves por la mañana llegué a la escuela a las 7:30 y entre los rostros habituales de los pasillos me choqué con dos figuras, entre familiares y desconocidas, que me miraron riéndose y cuchicheando entre ellas: dos bellas adolescentes de talla ajena a una escuela primaria pero con aquellas mismas y dulcísimas expresiones que les recuerdo de ‘toda la vida’. ¿Quiénes eran? Dos estudiantes de sexto y séptimo grados. ¿De dónde las conozco? ¡De cuando fueron mis alumnas, por supuesto! Karina pertenece a una generación de oro, fue parte del mejor grupo de pupilos que tuve (y tuve el honor de ser su profesor de tercer grado en el 2 004 y de cuarto grado en el 2 005). Por otro lado, su mejor amiga, Ana, fue una de las estrellas/joyas de mi salón cuando le dicté cuarto grado en el 2 006.
(Nota: ya antes ambas – ¿mencioné que son vecinas y se conocen desde los dos años? – se habían juntado y dejado un par de mensajes de voz en julio del 2 007 – mientras yo andaba en Perú - para decirme que me extrañaban y que no me olvidase que era el mejor profesor que ellas habían tenido en toda su vida… que siempre que se sintieron tristes yo estuve allí para escucharlas y que casi todo el tiempo en mi clase fue un completo gozo).
Y bien, allí estaban ellas: dos de las más bellas y nobles criaturas que recuerdo de estos siete años. Frente a mí tenía a estas adorables jovencitas que, en calendarios separados, fueron parte de mi rutina de enseñanza y razones de sobra como para ir a trabajar feliz cada día.
Estuvieron allí con las manos detrás de la espalda hasta que les pregunté qué hacían en Davis y por qué no estaban en Crocket (su escuela actual). En ese momento, me mostraron un apetitoso pedazo de torta que habían comprado y me abrazaron diciéndome:
- Well, you know we are not going to see you on Saturday… so, we came here to wish you a very HAPPY BIRTHDAY, MR. CARPIO!
J
Nací a las 9 PM del 11 de abril de 1 978… no, no, no. Eso ya lo escribí hace un año, así que no vale la pena repetirme a mí mismo. Tampoco funcionaría volver a mencionar que de Pueblo Libre me mudé a Irving, Texas en el 2 002 para convertirme en profesor bilingüe de niños (después de una breve pausa de seis meses en Denver, Colorado). Algo de eso está en mi primera historia publicada por El Comercio en febrero del 2 008. En esas breves líneas intenté reflejar el gozo que me produce la interacción diaria con este público infantil y maravilloso. ¿Cuál sería la mayor alegría o satisfacción que me produciría este trabajo? Sin lugar a dudas es el saber que, no obstante mis taras y defectos, puedo ser un modelo de vida para estas criaturas y alguien que marcará sus existencias de una manera positiva para el resto de sus vidas.
¿Saben cuál ha sido la mejor manera de empezar este fin de semana mío y solo mío? El día jueves por la mañana llegué a la escuela a las 7:30 y entre los rostros habituales de los pasillos me choqué con dos figuras, entre familiares y desconocidas, que me miraron riéndose y cuchicheando entre ellas: dos bellas adolescentes de talla ajena a una escuela primaria pero con aquellas mismas y dulcísimas expresiones que les recuerdo de ‘toda la vida’. ¿Quiénes eran? Dos estudiantes de sexto y séptimo grados. ¿De dónde las conozco? ¡De cuando fueron mis alumnas, por supuesto! Karina pertenece a una generación de oro, fue parte del mejor grupo de pupilos que tuve (y tuve el honor de ser su profesor de tercer grado en el 2 004 y de cuarto grado en el 2 005). Por otro lado, su mejor amiga, Ana, fue una de las estrellas/joyas de mi salón cuando le dicté cuarto grado en el 2 006.
(Nota: ya antes ambas – ¿mencioné que son vecinas y se conocen desde los dos años? – se habían juntado y dejado un par de mensajes de voz en julio del 2 007 – mientras yo andaba en Perú - para decirme que me extrañaban y que no me olvidase que era el mejor profesor que ellas habían tenido en toda su vida… que siempre que se sintieron tristes yo estuve allí para escucharlas y que casi todo el tiempo en mi clase fue un completo gozo).
Y bien, allí estaban ellas: dos de las más bellas y nobles criaturas que recuerdo de estos siete años. Frente a mí tenía a estas adorables jovencitas que, en calendarios separados, fueron parte de mi rutina de enseñanza y razones de sobra como para ir a trabajar feliz cada día.
Estuvieron allí con las manos detrás de la espalda hasta que les pregunté qué hacían en Davis y por qué no estaban en Crocket (su escuela actual). En ese momento, me mostraron un apetitoso pedazo de torta que habían comprado y me abrazaron diciéndome:
- Well, you know we are not going to see you on Saturday… so, we came here to wish you a very HAPPY BIRTHDAY, MR. CARPIO!
Y, claro, luego se fueron a sus clases (a instancias de su exprofe) porque estaban a punto de llegar muy tarde.
¿Díganme ustedes si esa no es la mejor forma de empezar el fin de semana en qué tu reloj biológico marcará un poco agradable 31?
¿Díganme ustedes si esa no es la mejor forma de empezar el fin de semana en qué tu reloj biológico marcará un poco agradable 31?
J